Sidi Bou Said es un pequeño pueblo que se eleva sobre el Mediterráneo, atravesado por
callejuelas peatonales y escalinatas entre las que se levantan sus casitas de blanco y añil, que se abren con grandes portones que se adornas con la
protectora mano de Fátima.
Pulcro y resplandeciente, envuelto en los aromas de jazmines, pelargonios y azahar,
Sidi Bou Said, se descuelga desde una colina enredándose en el
blanco de su increíble luminosidad y de sus casas encaladas y en el azul intensísimo de la
bahía de Túnez, del cielo, y de las puertas que insistentemente pintan de ese color, al igual que sus ventanas.
Parece un
pueblo griego, sin embargo, tiene un sello propio. Sus angostas calles adoquinadas
concentran mezquitas, rumorosas tiendas, talleres de artesanos, artistas callejeros, casas de té, puestos de dulces y galerías de arte.